Sueños - Lucio González
Lucio González

«Sueños»

564 palabras
4 minutos
28 lecturas
Historia romántica: Una luna brillante, una estrella fugaz, dos personas compartiendo confidencias en la quietud de la noche. ¿Cómo evoluciona este amor bajo la manta de estrellas?

En esta gótica y callada ciudad, en uno de sus viejos edificios, entre la oscuridad de los que duermen, una luz encendida, y detrás de la ventana, un hombre. Paso a paso, alrededor de una mesa, consumiendo una vida en algo más que un cigarrillo, y viendo pasar la noche, y las noches.

Sueños y sueños frustrados en su mente, pensar en como ser sin ser. Quizá esta noche se decida a salir, ver qué hay más allá de las tenues calles empedradas, y vivir un poco más. Se despertó. Estaba en el mismo sitio, con la misma ropa y en el mismo tiempo. No se había dormido, entonces salió.

Entre la densa niebla que caía sobre la ciudad, buscó las luces que le guiaran hacia algo totalmente nuevo, y tras cruzar un callejón, más allá de una ancha avenida, las encontró. Vio una chica especial, y despertó.

No estaba dormido. La chica seguía ahí y él también. Estaban en una plaza, él había llegado a la zona de luces y aquella chica le miró, pero a diferencia de otros, a él, le sostuvo la mirada. Sus ojos conectaron, y quemaban. Poco a poco fue reduciéndose la distancia entre sus miradas, y cuando era tan estrecha que casi se podían susurrar, despertó.

Maldita sea, no era un sueño, esta vez no era un sueño, había salido y estaba allí, con aquella chica que acababa de conocer, hablando, compartiendo un trozo de sus vidas, tomando algo de bar en bar, con gente alrededor. Por fin sonreía, y vivía en una noche normal. Era simpática, agradable, guapa, y se había interesado por él. Era buena, y era, una posibilidad de cambiar su vida, de empezar desde cero en un mundo normal.

¿Despertó? No, no dormía. Fueron a casa de él, abrazados, entre las calles y las sombras, entre los edificios y la niebla, dejando atrás las luces de la parte viva de la ciudad. Subieron a su casa por el ascensor. Otro flash...

No dormía, no soñaba, no se despertó, ¡estaba despierto!, pero a diferencia de otras noches, ¡estaba viviendo!

Un tiempo después, en su casa, en su cama, compartiendo algo más que palabras, algo más que recuerdos y experiencias, desnudos entre las sábanas, con su ropa esparcida por toda la habitación, la miró, y despertó.

¿Pero qué...? ¿Solo? Pensó unos instantes...

Esa noche por fin había dormido. Se levantó y se acercó a la ventana, no recordaba haber bajado la persiana esa noche, pero estaba bajada y la subió. Un día espléndido: un gran sol en un cielo azul, pájaros de colores, la ciudad viva, y moviéndose. Corrió la cortina, abrió la ventana; en efecto, una mañana maravillosa, una temperatura muy agradable, un día perfecto... y saltó.

Se lanzó al vacío a través de la ventana, y tras dejar atrás los seis, ocho, diez, doce pisos que separaban el suelo de su habitación, y tapado tan solo con la parte inferior de su pijama, reventó contra el firme de la calzada y buena parte de sus órganos internos quedaron esparcidos por el lugar.

En la habitación, sólo la ropa de una persona, y colocada, como siempre; en el ambiente, el mismo olor de todos los días, y la cama igual, como todas las noches. En su casa, la quietud y el silencio de pasillos y habitaciones vacías, pero esta vez, más solas que nunca.

¿Despertó?

Lucio González
Informático de profesión; músico y escritor de afición. Viajero…
Miembro desde hace 5 años.
4 historias publicadas.

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elinsurgentecalleja
02 ago, 01:14 h
Uuuuf!
Qué trágico final, incluso para un sueño.
Tétrico y original!!
Bien narrado.
Saludos Insurgentes
Lucio González
03 ago, 23:24 h
Muchas gracias de nuevo, señor insurgente. Un abrazo!!
Pepa Hernández
02 ago, 09:34 h
Intrigante y triste final. Nuestros cerebros son traicioneros.
Saludos
Lucio González
03 ago, 23:25 h
Gracias por el comentario, Pepa. Un saludo!!
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