Me he despertado un poco antes que él. Me entretengo tocándome las manos: desde que soy zombi están tan ásperas que no hay crema que las restaure. De hecho, no solo las manos; todo mi cuerpo da pena. Menos mal que estamos en invierno y no es época de enseñar mucho la pechuga. Espera, ¿esto qué es? Mierda. Se me olvidó limpiarme después del festín de anoche. ¡Pero mira las sábanas! ¡Llenitas de sangre! Tengo que hacer algo antes de que se despierte.
—Cariño, tenemos que hablar.
Ya la hemos liado. ¡Me va a pillar! ¿Y de qué querrá hablar? Por suerte, sigue con los ojos cerrados. Ojalá esté hablando en sueños.
—¿Cariño, estás ahí?
Me quedo callada. Tan solo emito un sonido gutural, el propio de unos pulmones necrosados. Ay, ay, ay, ¡que abre los ojos!
—Estás muy rara últimamente.
Tiene razón aunque no sé cómo se ha dado cuenta. No recuerdo la última vez que me miró las tetas.
—Sales todas las noches y llegas a las tantas. Hay otro, ¿verdad?A ver cómo le explico que si no me como un cerebro al día no soy persona digo... zombi. Voy a tener que sincerarme.
—Pues… no exactamente. Cada noche es con alguien distinto.
—Joer, lo que me faltaba, una ninfómana.
¿Ninfómana? Bien pensado, no está mal: se acepta más una promiscuidad exacerbada que a una devoradora de vísceras humanas.
—¿Vas a bares a ligar?
—Soy más de universidades. Allí hay auténticos cerebritos… mira, lo siento, te lo tenía que haber dicho antes, pero después de lo de tu madre no quería darte más malas noticias.
—Mi madre… Es tan fuerte lo que le pasó. Y me la tuve que encontrar yo, toda destripada en su cama. ¿Pero cómo puede haber lobos en la ciudad?
—Es raro, sí.
Muy bueno.
Se ha comido a su suegra y el siguiente es el marido... Je,je,je.
Saludos Insurgentes.
;)
Enhorabuena por tu primer puesto 👏