No muy lejos, encontró el rastro errático y extraño de un oso polar.
—Quizás soy un inuit anciano, cazando un anciano y enfermo nanook.
Las horas avanzaron y, antes del anochecer, Aukanek eligió un sitio de nieve densa donde pasar la noche
—Cava tu hoyo viejo Nanook, y mañana seguiremos buscándonos —. Dijo y se puso a cortar ladrillos de hielo para construir un iglú.
A la mañana siguiente, agradeció a Nanu, diosa de la tierra, y continuó la búsqueda. No demoró en divisar a su presa, era un macho grande que caminaba lento hacia el norte. Lo siguió, ocultándose como pudo, pero antes de estar a distancia de flecha se desató una gran tormenta. Empezó a cavar un hoyo en la nieve y sintió que el suelo temblaba.
—¿Dónde me llevas Nanook?
Cuando el viento calmó, Aukanek salió del hoyo para descubrir que flotaba a la deriva, en un gran trozo de hielo, con un enorme oso como único compañero. El oso miraba tierra firme con añoranza. Supo entonces, el inuit, que terminaba así su cacería, y también su tiempo. Bien conocía las corrientes, y de nada le serviría rezar a Aumanil, dios de los mares.
Se sentó junto al oso enfermo. Desahuciados, bestia e inuit, ninguno hallaba sentido en matar al otro.
—¿Para esto nos buscábamos hermano Nanook? —dijo el hombre agachando la cabeza.
Así, sentados, mirando la orilla alejarse, los cubrió la nieve, hasta que el témpano fue tan pesado que dejó de navegar y se convirtió en Thuleinnanook, la isla del hombre y el oso.
Qué brillantez y exquisitez en la narrativa.
Una historia tierna y llena de bondad, tan real como la vida misma.
Al final hombre y bestia se necesitaban el uno al otro.
Me ha encantado, enhorabuena.
Saludos Insurgentes
Como antropólogo en proceso, agradezco este tipo de historias y personajes.
La unión entre dos seres tan distintos con un destino común.
Me ha encantado, te llevas mis "dos puntos" :)