Cómo todos los martes, Andrea se acomoda en el sillón mientras espera a ser admitida en la videollamada. Enseguida aparece el rostro cálido y tranquilo de Carmen.
-¿Cómo estuvo el comienzo de clases?-pregunta Carmen
-Caótico!
-Cuéntame.
-¿Por dónde empezar?…¿Un poco de embotellamiento? Pues salimos bien temprano; ¿uno de los chicos vomita de los nervios? una muda extra en el bolso; ¿la pequeña llora a la entrada? un abrazo fuerte y aguantar la emoción hasta que cierren el portón; ¿que si llegué a la reunión con mi jefe? me conecté desde el auto con cámara apagada, alegando problemas de conexión. Y eso fue sólo la mañana!
Carmen sonríe, disfruta del sentido del humor de Andrea, aunque siguen trabajando juntas para desarmar esos mecanismos de autodefensa.
-¿Cómo te sentiste luego de esa mañana?
-No se si nos alcanza la sesión para responder!
-Empecemos al menos
-Luego de tantos meses de confinamiento, de solapar familia y trabajo, de sentir que no llego a hacer nada bien…pensé que sentiría una eufórica libertad. Pero fue como un comienzo de año, esa emoción agridulce de verlos crecer, querer abrazarlos sin soltarlos y empujarlos al mismo tiempo.
-¿Si tuvieras que responder sin palabras, con el cuerpo. Té ánimas?
Andrea acepta, cierra los ojos, inhala y deja que su cuerpo hable. Hace un movimiento de brazos y hombros, como quitándose algo de encima, luego se acomoda en el sillón y relaja la espalda, y sonríe.
-Esa mochila que te sacaste parecía pasada,¿qué tenía?
La sonrisa de Andrea se transforma en carcajada:
-Hasta ayer no me di cuenta que me estaba haciendo cargo de las 24 horas del día de mis hijos, al menos las 7-8 horas de la escuela puedo “soltarlas”. ¿Estarás por darme el alta?
-No sé Andrea, date una vuelta frente a la cámara a ver cuantas mochilas tienes puestas aún.
Ambas ríen, el humor es parte de su idioma.