«Un hijo»

Por un momento, no pude contener las lágrimas y fui el hombre más feliz del mundo. Y, después, muchas más alegrías, pero nada comparado con ese momento en el que te vi por primera vez. Te sacaron con cuidado de dentro de mamá y te pusieron boca abajo en su pecho. Al principio me preocupé porque eras de color azul, pero me dijeron que es normal y que es solo al principio. Te pusiste a llorar como un loco y yo no paraba de hacerte fotos y vídeos.

Por un momento, llegué a pensar que siempre estarías a mi lado. Que no importase dónde te fueras a vivir de mayor o en qué trabajases, siempre estarías ahí. Aunque fuese para Navidad y mi cumpleaños. Porque las relaciones son difíciles y siempre hay altibajos, no importa cuanto quieras a alguien siempre hay un periodo complicado. Pero la fuerza del amor entre un padre y un hijo tiene que poder con todo.

Por un momento, pensé que la fuerza del amor entre un padre y un hijo puede con todo.

Pero no puede con la parte de nuestra vida que es más segura y que más tememos. No puede con las acciones irracionales de alguien borracho al volante que pensaba que controlaba. No puede con el amasijo de hierros en que se convirtió tu coche. No puede con la muerte.

Por un momento, pensé que nunca tendría que traerte flores, sino que serías tú el que nos las traerías a mamá y a mí los días señalados. Que nunca tendría que venir a un cementerio para visitar a un hijo.

Por un momento, pienso que nunca hubiese imaginado que la tristeza podría ser más fuerte que el amor.