—¿Tengo que explicarle toda la historia? Si con esto me caen menos años de cárcel lo haré...
La verdad es que soy Papá Noel. Lo sé, no lo parece.
—No tengo tiempo para jueguecitos, cuénteme que hacía con un alijo de estupefacientes bajo los asientos traseros de su porsche.
—Estaba buscándome la vida, señor agente. Sé que es ilegal, pero no dejo de reconocer que vine con una mano delante y otra detrás. Mamá Noel me echó de casa. Mi aspecto cambió en cuanto me desterraron de Laponia.
—¿Ha suplantado la identidad de otra persona para su propio beneficio?
—Sí, soy un farsante. Aquí me llaman Bjorn. No aparento la edad que tengo, tengo muchos cientos de años más. Todo lo que hacía era estar encerrado para salir una noche al año y repartir juguetes, pero ya me cansé.
—¿Y se puede saber porqué lo desterraron?
—Créame, no es algo de lo que esté orgulloso, pero le fui infiel a Mamá Noel. Puede imaginar el dilema al que me sometía, pero ya sabe, los hombres solemos actuar antes de pensar, y más cuando se te cruza delante una joven enfermera en la visita a tu primera dosis de la vacuna del covid-19. Créame, ni el brazo me dolió con el pinchazo, la verdad es que creo que yo le pinché más fuerte.
—Deje las bromitas, ¿Quién ocupa su puesto entonces?
—Ni idea. Ya he escrito mi carta, espero ansioso que sea Mamá Noel, y poder darle una explicación. No quiso escucharme, creo… seguro que está muy enfadada.
—Ya debería de saber que a la cárcel no va Papá Noel… lo tiene complicado.
—Es 24 de diciembre, esta noche me quedaré aquí en el calabozo, aquí si llega Papá Noel.
—¿Y si nadie ocupa su puesto?
—Estoy jodido, y también decepcionaré a todos los niños del mundo. ¡Madre mía, estoy jodidísimo!
Saludos Insurgentes