«Un sentimiento en escala de negros»

A Toñi le encantaban las flores,  nunca faltaba un bonito ramo decorando su salón, decía que sus colores transmitían alegría a su hogar y a su vida.

El 13 de septiembre de 2001 todo se volvió negro, su vida comenzó a girar en una espiral nublada y oscura, igual de oscura que la mañana en que su hija sufrió un accidente mortal y la apartó de su vida para siempre.

Aquella lluvia intensa que se transformó en granizo en cuestión de segundos, aquellos truenos y relámpagos que ponían una tétrica banda sonora a una jornada, ya de por sí, tenebrosa, aquel amanecer marcado por nubes densas y grises que no permitían ver la luz de sol, un ambiente oscuro y triste, igual de negro que el se instaló en su corazón sin atisbo alguno de querer desaparecer.

Pasó el tiempo y el negro no abandonaba la vida de una mujer que vivía en duelo constante. Ni siquiera el amor de su nieta, que habiendo perdido a su madre siendo un bebé quedó al cuidado de su abuela, era capaz de arrancarle una sonrisa.

Hasta que pasados seis años la niña se sentó en el sofá,  junto a Toñi, cogió su mano y la puso sobre su pecho.

-Abuelita no estés triste, mamá vive en nuestros corazones. Solo tienes que aprender a sentirla, cuando lo hagas volverás a sonreír.

Con lágrimas en los ojos, la madre del corazón roto abrazó a su pequeña sintiendo que los miles de pedacitos de su corazón habían comenzado a unirse, de forma lenta pero firme. Entonces se levantó,  tendió la mano a su nieta mientras le decía:
-Vamos a buscar el ramo de flores más bonito del mundo, es hora de que el color y la alegría vuelva a inundar nuestra casa y nuestras vidas.