De camino a casa, el aroma primaveral que envolvía mis sentidos, me inspiró para crear esa historia que me perseguía como una sombra al atardecer. El graznido de un cuervo asaltó mis pensamientos, además de avivar mi deseo por escribir todo aquello que navegaba por mi cabeza, deseando surgir para ser esculpido por siempre.
Sentía la necesidad de encontrar un lugar donde sentirme libre. Donde pudiera expresar mis sentimientos sobre un papel sin que nadie me interrumpiera. Un rincón para evadirme de la sociedad opresiva que domaba mis sueños como a un animal salvaje.
Ya en mi hogar, recogí los juguetes de mis hijos, arrinconados en aquel lugar junto a la ventana donde una antigua mesa abandonada en el desván, los sustituiría para ser convertido en mi rincón. El rincón de los sueños. Aromaticé mi pequeño territorio de escritura, como ese camino a casa que me albergaba cada mañana cuando volvía del colegio, el que me acogía como una más, como una flor más en el jardín, como un gorrión más que enriquece el camino.
Me sentía eufórica por darle un nuevo uso a esa mesa en la que tanto tiempo dedicó mi abuelo. El mismo que nos prohibía a todas las féminas de la familia acercarnos a ella. Ha llegado la hora de modernizar y autorizar a esta vieja mesa el uso que se merece. Mi amor por la escritura mitigará ese recuerdo; el malhumorado genio del viejo cascarrabias. Crearé tantas historias como hagan falta para superar su labor; como esas sillas de mimbre que fabricaba, según él, para que las mujeres se sentaran a coser, o las cestas para que las buenas esposas se encargaran de la compra diaria. Supongo que eran otros tiempos. Aunque, siempre pensé que en esa mesa trabajaba algo más que el mimbre, y nunca averigüé el qué… —Querido abuelo, si me estás viendo, quiero demostrarte que las mujeres valemos para algo más—.
Mientras la mina de mi lápiz se deslizaba sobre el papel, un mundo de ideas surcaba el sendero de mi mente, alumbrando así la estancia de bombillas resplandecientes. Tras una hora componiendo párrafos plenos de fantasía, un sonido extraño turbó mi espacio ficticio. Volví a la realidad sin entender de dónde podría surgir aquel sonido. ¿Quizás un roedor bajo la mesa? Agazapada observé cada esquina, sin embargo, no había nada que pudiera crear ningún ruido en especial. Me acomodé en la silla y cuando mis ojos clavaron su mirada en la superficie de la mesa, unas letras tallaban la madera, formando así una oración que se mostraba lentamente para que lograra interpretar su mensaje. Decía lo siguiente: Querida nieta, este viejo cascarrabias velará por tus éxitos. Mira en el fondo del cajón, ahí encontrarás mi legado, serás una magnífica sucesora.
Al mirar el cajón, pude averiguar que tras un doble fondo, se hallaba la pluma más bella que jamás había visto, un plumín de oro blanco unida a una pluma de ganso teñida de rojo.
Maravillosa narración compañera.
Saludos Insurgentes