Érase una vez un reino tan lejano, tan lejano, tan lejano que poniendo la mano como una visera no lograrías ver. Allí, vivía una maga llamada Gala, dotada de grandes armas para la Alquimia. Era muy maja y coqueta y le gustaba ir en bicicleta.
Tenía una empresa de juguetería y reparto mundial, famosa por sus entregas exclusivas y mágicas, en la noche del día 5 de enero. Poseía además pequeñas franquicias que Noeles y Apalpadores se encargaban de gestionar con buenos resultados.
Sin embargo, eran esas tres señoras montadas en camello quienes conseguían acaparar mayor atención en un pequeño país de la Península Ibérica. Avanzaron hacia Belem, donde como dice la tradición, recogerían tres alforjas hechas por un artesano del cuero llamado José. Allí pondrían el material preciado que Gala les daría y que más tarde, en la medianoche del día de Reyes, transformaría en los deseos de niños, niñas y mayores.
A su llegada, en el día de Navidad, María acababa de dar a luz a mellizos, disfrutando de todas las atenciones de vecinos y familia; que dejaban comida y regalos para los recién llegados.
Mara, Galilea y Badía, que así se llamaban las Reinas Magas, viajaban hacia el país mediterráneo vía Israel. Sus majestades fueron recibidas con honores en todos los rincones del país. Sus carrozas, preparadas con antelación gracias a sus ayudantes, recorrerían las calles de ciudades y pueblos, llenando de ilusión rostros de niños y no tan niños.
Gala lanzó un hechizo dotando a nuestras reinas del don de la bilocación, y... a las 12 de la noche comenzarían un recorrido de ilusión.
Y… colorín colorado este cuento está terminado.
PD: Si a las reinas magas quieres recordar,
un zapato en la ventana deberás colocar,
para así tus sueños lograr alcanzar.


Un saludo grande, y gracias por la visita!
Enhorabuena.
Saludos Insurgentes