«Una semana y vuelta a las andadas»

- Eso es, tú debes estar tranquilo. Han ocurrido así las cosas, no hay vuelta atrás. Si nadie mira dentro del cubo y no preguntan, es señal de que estaremos a salvo. Aunque podrían buscar por la zona a quienes conocían a esa persona.
- ¿Crees que nos encarcelarán? ¿Y si nos han visto? Por allí viene alguien. ¡Viene directo hacia nosotros! ¿Qué hacemos? ¿Es alguien peligroso?
- Podemos lincharlo y asegurarnos de que se mantendrá callado.
- ¡Chicos, cuidado! ¡Viene el hombre malo! - pronunció una voz infantil -.
- ¿Acaso te he dejado salir? - gritó enfadado -. ¡Debería haberte matado, igual que a ellos, porque eres el más inútil de todos! ¡Provocaste ayer con tu incendio la muerte de cuatro de nosotros!
- Disculpe, ¿es usted Teodorovich? - preguntaba el desconocido a dos metros de distancia -.
- ¡Esperad! Os diré lo que haremos... ¡Teodorovich, sal!
- ¡Soy un gran admirador de su trabajo! Me agradaría tener su autógrafo.
- Por supuesto, eso está hecho. ¿Tiene papel y bolígrafo para la rúbrica?
Quedó contento y satisfecho, siguió su trayectoria y se perdió en la noche.
- Nos hemos librado por poco, pero no siempre será así. Hemos de ir con cuidado para que no sospechen, para pasar desapercibidos.
Solo hacía siete días que había abandonado el frenopático y su medicación, la cual regulaba su trastorno de personalidad múltiple; ya se había cobrado las primeras víctimas, las últimas se agolpaban en la bolsa de basura vacía que tiró por la noche.