—Tuck, estamos a tres putos minutos de conseguir un combate por el título, así que olvídate de la defensa y golpea su ceja izquierda hasta que sea más roja que la maldita Rusia. Vamos chaval, confía en mí, no le quedan pulmones— Rainey siempre se venía arriba cuando podía oler una victoria. Desde detrás de las cuerdas se ve fácil, no le culpo.
«5 segundos más de descanso y luego 180 de golpes. Dicho así parece mucho, casi tanto como los flashes que aparecen y desaparecen en la grada.»
3”. Me olvido de todo y clavo mi mirada su ceja izquierda. «Con darle una bastará, quizás dos. Vamos, esto ya lo he hecho otras veces.»
«Ahí está la campana. Venga chaval, yo puedo.» —Venga chaval, tú puedes — grita Rainey desde la grada como leyéndome la mente en voz alta.
«Vuelvo a lo mío. Solo son 180 segundos de concentración. 180 segundos sin parpadear. 180 segundos para que tantos golpes hayan merecido la pena.»
«160”. Míralo, intenta hacerme creer que aún puede golpearme, en menos de 10 segundos se pegará los guantes al rostro. 130” ¡Ahora! Izquierda arriba, izquierda abajo, derecha. Vamos cabronazo, mueve ese brazo. Dos japs de derecha y croché a la izquierda. Es cuestión de tiempo, exactamente de 115 segundos según el marcador.»
«Dos directos más al hígado, ahí no lo voy a tumbar. Así que un par de japs para alejarme ¿eh? Previsible.» Bailo un poco para la izquierda, un par de pasos a derecha. «Esta es mi oportunidad ¿Marco distancia con la izquierda o lanzó un cruzado a derecha?»
—Señor Tucker, soy la enfermera —grita una joven al mismo tiempo abre la puerta —¿Otra vez recordando ese combate? —Es la hora de su paseo, quite el seguro de su silla.
El giro final es brutal!
Enhorabuena.
Saludos Insurgentes