Desperté y miré por la ventana, hacia un día gris y fresco, típico de otoño. Hoy mi familia y yo íbamos a ir de excursión por el bosque, aprovechando las vacaciones de mis padres.
Llegamos al monte y, en comparación con otras ocasiones, se veía todo bastante tranquilo, quizá porque el clima no acompañaba demasiado. Además de nosotros, había un par de coches más, lo que significaba que estaríamos bastante tranquilos. O eso creía yo.
No llevábamos una ruta programada como tal ni unos kilómetros como meta, simplemente caminábamos y caminábamos, hasta que llegase la hora de comer y parásemos en algún lugar a descansar. Tras unos 3 kilómetros recorridos comenzamos a adentrarnos en un bosque inmenso. Había árboles y arbustos enormes que tapaban la poca claridad que había y parecía que era de noche. De repente, sentí como unas ramas crujir a mi derecha, pero nadie más lo escuchó así que preferí no darle importancia.
Sin embargo, el ruido era cada vez más intenso y hacía mucha calor. Cuando nos dimos la vuelta, descubrimos que un gran incendio se había desatado. Las llamas no paraban de progresar por el bosque y comenzamos a correr asustados. El fuego nos rodeó de tal manera que quedamos divididos, mi hermano y yo por un lado y mis padres por otro.
Se escuchaban miles de sirenas y helicópteros y supuse que alguno nos veía y podría sacarnos de ahí. Ya no podíamos huir más, no había escapatoria…Pero de pronto, un helicóptero volaba justo encima nuestra. Miré hacia arriba y un bombero nos llamaba desde arriba, y no solo ella, mis padres también se encontraban a salvo.
Nos agarramos a la escalera de rescate y comenzamos a trepar por ella hasta el helicóptero. Finalmente, llegamos a casa, sanos y salvos, y nos comunicaron que alguien había provocado ese incendio.

