«Suicidad»

Lili se percató de que en el salón, pese a los regalos, habían desaparecido unas cuantas fotos familiares: Al menos quedaban las de sus hijos...


La videoconsola, con una nota para Alex. "Al menos juega a los juegos en inglés y así harás oído".

La muñeca fea para Bea. "No des más la tabarra a tu madre y no te compres más, que tienes el cuarto que parece la habitación de los Warren".

Encima del árbol, fuera del alcance de los niños, estaba su nota:

"Querida Lili.

Te odio. Cada día me ha costado más disimularlo: Tú ganas.

Tras el armario grande hay un armario empotrado. Yo instalé cuatro pomos simétricamente para que no levantaran sospechas. Tú, que eres estúpida, los has usado para colgar collares. Si quitas el par de la izquierda podrás acceder al espacio. No sabes el asco que les he cogido a esos collares de mierda...

Quique."


Objetos peniformes de extrañas formas, esposas y látigos, tres móviles, dos pistolas, identificaciones falsas, pastillas y polvos, tarjetas de personas influyentes, dientes y uñas, fotos y anillos...

Su esposo estaba ahí, sonriente. Sentado cual muñeco de trapo: inerte.

- ¿Al final te has disfrazado de Joker?- Le dijo Lili, sombría.
- ¡El disfraz lo he llevado contigo! ¡El disfraz lo he llevado contigo!...-le contestó ese molesto muñeco que le sacó en las ferias, el que repite con voz de pitufo la última frase, cuando le presionó el pecho.

Y Lili reptó y entró, cerrando la puerta del armario. Luego cerró el doble fondo. Apagó la linterna de su móvil cuando se acomodó en su cuerpo. Rodeó su cintura con sus brazos, dejando las manos como a él le gustaba, bajo sus pechos. Y cerró un poco los ojos.

Cuando sus hijos gritaron su nombre con desesperación, ella dejó las pistolas en la caja: llenas de lágrimas y saliva.