Sarah, buenos días…- susurró en mi oído esa terrible voz, al igual que en los últimos días, o quizá meses. He perdido la noción del tiempo, no sé qué día es ni cómo he llegado aquí y lo que más me angustia es que no sé qué piensa hacer conmigo.
Lo último que recuerdo es que estaba en un bar con Alicia, ella tenía que irse y yo me quedé con Saúl, un chico con el que llevaba un par de meses saliendo. Después desperté en esta habitación, que está prácticamente a oscuras siempre, con un terrible dolor de cabeza, con una gran mordaza en mi boca y atada a lo que parece una estufa.
Ahora mismo estoy en esta especie de baño, en el que puedo lavarme un poco, con una garrafa de agua que me tienen preparada y un pequeño barreño. Parece que alguien más ha entrado en la habitación, escucho como mi carcelero habla con alguien, cuya voz conozco. Abro la puerta y grito - Saúl!.
Justo en ese momento, se escucharon a lo lejos sirenas. Saúl me agarró rápidamente y tapó mi boca.
No es la policía, son los bomberos, debe haber un incendio cerca.
En un par de minutos entró humo por debajo de la puerta. Aproveché ese momento de confusión, para morder el brazo de mi captor y correr.
Abrí la puerta, vi una escalera y corrí hacia arriba, corrí hasta llegar al final, entre humo y brasas. Llegué a la azotea. Cerré la puerta y comprobé que estaba encerrada. Esta vez en un espacio libre. Me asomé a la calle y no estaban los bomberos, pero vi cómo los vecinos tenían una lona a la que vi saltar a alguien. No lo pensé, mi cuerpo no reconoció como peligroso ese salto, después del temor que pasé encerrada.
Genial