Celeste siempre ha reflexionado bastante acerca del fuego, y la última de esas reflexiones ha tenido lugar hace media hora en la consulta de su psicóloga. “Supongo que todo depende de la intensidad, ¿no?, una pequeña hoguera te salva de una hipotermia mientras que un incendio puede matarte”. Siempre le ha gustado usar metáforas para expresar lo que siente, y aquella metáfora del fuego le resultaba idónea para expresar cómo se le descontrolaba el “amor”.
Camina hacia casa mientras en sus auriculares suena “Dinamita” de La Bien Querida. Reflexiona un poco más acerca de eso de “perder el control del amor”. Siempre ha sido una persona intensa, una vez escuchó un podcast acerca de las personas altamente sensibles y creé que es una de ellas. Lleva dos años yendo a terapia porque genera dependencia emocional con bastante facilidad, al principio todo es bienestar y placer (hoguera) pero luego pierde el control (incendio) y se convierte en una yonqui de esos cócteles de dopamina y oxitocina que se sirven después del cariño y los orgasmos.
Camina rápidamente a casa tratando de escapar de sus pensamientos taladrantes, pero no lo ha conseguido. Se dirige a la azotea, que se ha convertido en los últimos tiempos en una especie de refugio, y observa Madrid desde las alturas. De repente un intenso olor la devuelve a la realidad, es un humo asfixiante que lo cubre todo. ¿Cuánto tiempo lleva allí arriba? ¿Cómo no se ha dado cuenta de nada? El bloque se encuentra en llamas y todos los vecinos consiguen salir sin problema, menos ella, que está completamente atrapada.
Cuando piensa que no puede más y que ha llegado su día, se despierta. Está sudando y aturdida. Coje su móvil y escribe un mensaje a Candela, necesita urgentemente un cóctel de dopamina y oxitocina.