«Chitocrenia»

Augusto Faustino Dibenedetto Grossjean es un isleño balear de mediana edad que se dedica a la venta de perritos calientes en Cala Nova. Su padre es indio y le dijo: Si quieres ser feliz, querer es poder. Su madre, de Marratxi, le dijo: ¡labora! Y al chaval, que no se le daban nada bien los idiomas, le dio por vender perritos. Era un vendedor de perritos calientes vocacional: Era feliz, podía y laboraba.

- La perrita-caliente te la pongo ¡ha! bien tostado-crispy con mi oniona.
- Claro, Agus, un completo.
- Complette croquette.
- Lo que tú digas, hermoso, que tienes un moreno peculiar.
- A Piculiar morenette.
- El que me metería en el ojete.

María Enriqueta Canelles del Cerro, "La Riquet", consumidora habitual de comida basura, era una fiel clienta de "Delicioso pero-calientes del 'Faust". Le encantaba hablar con éste ser de lenguaje cambiante de temas con enjundia, sólo por el placer de conseguir la opinión formada de un ciudadano de a pie.

- Dime Agus, ¿qué opinas de la economía balear? ¿y del cambio climático? -- Enriqueta apostaba fuerte y rara vez se iba de vacío.
- La economía jodida sólo 3 euras hoy y mucha perras. ¿Lo segundo que mierda quiereh ? El cambio te lo doy igual son 5 euros vale 3 dos devuelvo vieja-loca.
- Me refiero al calentamiento global.
- ¡Está recién hecho! ¿¡Qué tu piensas que yo ayer cocinar p'a hoy vender?! ¡De chitocrem!
- No me refiero a eso...
- ¡De chitocrem!
- Agus...

Augusto Fausto entonces entró en una rotonda demoniaca llamada Chitocrenia: "Enfermedad crónica en la que el paciente cambia cualquier onomatopeya genérica por la expresión ¡De chitocrem!"

Para adaptarse a su nueva enfermedad cambió el cartel de su negocio: "Chitocrem hotte-doggtes"

Convirtió su enfermedad en su fortaleza: no callaba ni debajo del agua... ¡De chitocrem!