«Herencia genética»

Juan ,el cartero de las tres aldeas cercanas caminaba por la senda que lo acercaba a la entrega de su última misiva del día.
Mañana pasaría consulta la médica suplente en la casa de curas y aunque estaba completamente seguro de que no serviría de nada, de nuevo se acercaría para explicarle su dolencia, como decía su padre " cualquier día suena la flauta y nos curan Juan".
No vivió para ver ese día, su padre, murió aquella noche a causa de aquella trampa para lobos que los pastores habían sembrado por todos los bosques aledaños y que eran los responsables de la muerte de muchas cabezas de sus ganados 
Caminando  recordó el diagnóstico del último médico rural que visitó, " Juan, usted es diabético".
Lo obligó a tomar aquellas pastillas que casi acaban con su vida, las tiró al pozo y decidió asumir la responsabilidad por lo que pudiera ocurrir con su " diabetes".
Con su mejor sonrisa se presentó en la consulta de aquella nueva médica, conocía a todos los parroquianos allí reunidos, todos con enfermedades conocidas y con más o menos remedios para ser curadas.
Era su turno, pasó y le gustó lo que vio, aquella médica sería de la misma edad que él, morena de piel, ojos grandes con mirada penetrante, sonrisa franca.
Enseguida se entendieron, no hizo falta dar muchas explicaciones sobre su dolencia, ella conocía perfectamente de lo que hablaba Juan.
Ella misma lo sufría, se hereda de generación en generación, por eso estudió medicina, para encontrar la solución para siempre, pero hasta que llegara ese momento, la mejor opción son las gruesas cadenas sujetadas a fuertes columnas y la puerta del sótano cerrada a cal y canto.
En dos días habría luna llena. 
- ¿ Nos encadenamos juntos, Juan?