«Dame una palabra y te regalo un poema»

Jacinto nació en la librería de la calle Pez. Había pertenecido a su familia desde que su abuelo abrió una pequeña tienda. Tenía de todo lo que se pudiera vender y comprar, incluyendo alguna romántica novela de Corín Tellado o las fantásticas aventuras de Búfalo Bill o Jesse James. Poco a poco los libros fueron ganando terreno a otros productos.
Cuando Jacinto se hizo cargo de la librería, siempre había gente entrando y saliendo. Tanto, que necesitó contratar a un ayudante, Nicolás, aspirante a escritor, que se sintió afortunado de poder trabajar allí. Pronto se convirtieron en amigos, confidentes y hermanos.
Sus respectivos hijos, Tomás y Carmen, crecieron con sus naricillas entre libros. Se leían historias hasta que el amor se enredó entre sus dedos.
Jacinto, está pensando en cerrar la librería. Mira con añoranza aquellos años, la vida a cambiado mucho. Ya casi nadie compra libros, y si lo hacen, prefieren entrar en el nuevo centro comercial, donde además de encontrar el último best seller de moda, hacen la compra rápidamente, no hay tiempo para más. A nadie le embriaga ese olor a libro antiguo que te inunda al entrar en una librería. Ya todos saben, gracias a Google, que ese olor se debe a la lignina, un polímero presente en el papel causante de ese característico olor. Nada romántico.
Hace unas semanas, su nieto Leo, entró con una sonrisa triunfal a la librería.
—¡Abuelo, he tenido una idea fantastigenial! — Sacó un cartel de su mochila y lo pegó en el escaparate.
“ DAME UNA PALABRA Y TE REGALO UN POEMA”
Al principio fueron algunas parejas de enamorados, algún curioso… poco a poco el boca a boca y las redes sociales hicieron el resto. Venían a por un poema y se marchaban… un poco más felices.