Estimado Jefe,
A estas alturas se preguntará qué ha sido de mí. Eso suponiendo que se haya dado cuenta de mi desaparición. Me imagino que sí, después del desfalco que he hecho en su compañía. Presumiendo las molestias que le haya podido causar, no voy a negar que hubiese disfrutado viendo su cara. Afortunadamente, allí aún me quedan amigos que están detallándome el impacto de mis maniobras sobre su colón irritable.
Me va a permitir que no le dé referencias del paradisíaco lugar en el que me hallo. Aquí podría usted viajar sin verse afectada su economía lo más mínimo y, de paso, hacer de esposo ideal para su mujer que, según cuentan, la tiene olvidada, con tanto trabajo y tanta secretaria con aspiración de ascender por cauces poco naturales.
Hágase el favor y, en el extraordinario consejo de administración, descargue toda la responsabilidad hacia mi persona. De poco le servirá, pero al menos quedará retratado.
Le tengo que confesar lo bien que sienta mandar todo al garete.
Llevaba tiempo planeándolo, como deducirá si analiza la ingeniería financiera de la trama que ha dejado su empresa en quiebra técnica. No era para menos, después de dos décadas tratándome el entorno como un perdedor.
Lo único que me he traído a este pedacito de cielo es un libro, la novela que me regaló mi novia después de terminar la facultad. Como sabe, al poco murió y decidí plasmar el contenido del relato en mi vida. Seguramente no sabrá que contaba la historia de un joven infravalorado, que un día decide vengarse de todos los que le hicieron la vida imposible. Lo alucinante del plan era que con un solo movimiento provocaría un efecto dominó de dimensión formidable; una de esas economías de escala de las que usted tanto se jactaba en las juntas de accionistas.
Hasta siempre, padre.
Muy bueno José, enhorabuena.
Saludos Insurgentes.
Enhorabuena. Votado.