«El fuego de Vesta»

Este año el gran honor de mantener el fuego sagrado a la diosa Vesta había recaído en mí mientras mis compañeras recibían en la entrada del pritaneo a ese embajador vikingo. Estaba a mitad de mi segunda década como vestal, normalmente el cuidado de algo tan importante como el fuego estaba solo reservado a las que estaban en su tercera década, pero esta embajador parecía ser tan importante que el magistrado de la provincia había pedido su asistencia para recibir a ese hombre. Me quede mirando las llamas embobada, nunca se habían apagado. Ese era nuestro trabajo, que las llamas de Vesta protegieran los hogares y siempre estuvieran encendidas. Un grito demasiado escalofriante me despertó de mi ensoñación con las llamas. Me asomé por una de las pequeñas ventanas del templo y vi como nuestros invitados y su embajador masacraban a mi gente. Uno de ellos me vio y corrió hacia el templo. Yo hui en dirección al fuego, mi trabajo era protegerlo fuera como fuese. Cogí la llama en un pequeño candelabro que usábamos para protegerla cuando debíamos hacer algún tipo de culto y pensé en como salir de allí. El templo solo tenía una entrada y no podía ir por allí. La única otra salida era tirarme por una de las ventanas. Estaba a punto de lanzarme con el fuego por la ventana cuando sentí una mano ahorcarme y vi como la llama, tanto de mi candelabro como la del templo, eran ahogadas a la vez que a mí.