«Fuegos»

Subimos a la azotea. Nos abrazamos y nuestros cuerpos comenzaron a fundirse el uno con el otro desatando nuestro fuego interior y dando rienda suelta a la pasión. De repente me vino un insoportable fuerte olor a quemado, ella también lo notó. Se subió las bragas y gritó señalando detrás de mí:

— ¡Juan, el bloque está ardiendo!
—¡Hostias! —grité mientras me subía los pantalones.

Una gran masa de humo negro sobresalía del bloque y se extendía sobre la azotea, destellos de llamas radicales se podían intuir desde el lado dónde estaba la puerta para bajar.
Me asomé al borde y vi como salían llamaradas desde las ventanas del último piso.
Primero pensamos que era la casa de Mari Valle, pero luego nos dimos cuenta de que era la del viejo loco, estaba claro. Ese viejo tenía el piso repleto de basura, chismes, y una gran cantidad de libros, y además solía fumar. Era de esperar que algún día sucedería.
Inmediatamente abrimos la puerta para bajar las escaleras, pero era imposible. Una nube negra comenzó a salir de la puerta y no nos dejaba avanzar, comenzamos a toser, casi nos ahogábamos, nos incorporemos y cogimos aire.
Nos pusimos en el borde y miremos hacia abajo. Menos mal que estaban allí sus padres y al parecer todos los vecinos, aunque el viejo parecía que no.

Sus padres se alteraron mucho, no daban crédito al vernos allí arriba, avisaron a los bomberos, pero pasaron muchas horas hasta que finalmente llegaran a rescatarnos con una de esas grúas.
Y mientras esperábamos en esa agonía... yo no paraba de pensar en lo adelantados que están los americanos con sus edificios repletos de escaleras de emergencias para incendios, por qué coño no se construían aquí edificios con escaleras de esas, claro luego cuando pasa algo...