Hace un año que me transformé en la bestia que ahora soy. Vivo oculto durante el día y con la oscuridad mi instinto se adueña de la razón y actúo sin controlar mis actos, y lo que es más doloroso, sin recordarlos horas después.
La última semana de octubre, me cuelo por el balcón en mi antiguo apartamento y no me reconozco en las fotografías de las repisas. En cambio, de ella sí me acuerdo, una sensación extraña remueve mi alma adormecida al acariciar su rostro de papel.
Al amanecer, los rayos de sol queman mi piel. Me quedé dormido de noche, algo inusual, y no he corrido a ocultarme a tiempo. Despierto en una cama de sábanas blancas y suaves, como las que usaba cuando era humano. A mi lado yacen los restos de una mujer que ha sido devorada. Yo no soy el asesino, ¿o sí? Su sabor impregna mi exquisito paladar y su sangre apelmaza mi pelambrera. Aún conservo el dulce perfume a hembra en las zarpas. Siento una sed extrema y el estómago pesado. Encima de la mesilla llama mi atención una alianza y una carta escrita con una perfecta caligrafía.
«¡Por fin te encuentro, mi amado Ivantie! Te amo tanto que no me importa que me destruyas Tan solo lamento que con la dentellada final desapareceré de tu vida. Si supiese cómo, me convertiría en bestia para hacerte compañía en tu destierro».
Si mi instinto no fuese más fuerte que mi corazón, habría esperado a que el tercer rayo de la noche de Halloween la atravesase y se convirtiese en mi compañera animal. Vagaríamos juntos por los bosques, sin devorarnos, porque seríamos iguales.
Antes de marcharme leo, con lápiz rojo en el espejo del baño, «te quiero, regreso mañana». El mañana dejó de existir para alguien como yo.
Bastante bueno el argumento y muy bien relatado.
Enhorabuena. Votado queda.