Sus inmensos ojos color avellana taladraban a la dama de la balanza que reposaba sobre mi escritorio.
—Antes de que sigamos adelante necesito que dejemos algo en claro —musité, inclinándome hacia él—. Como su abogado, recurriré a todas las herramientas legales para defenderlo y conseguir que tenga un juicio justo. Pero, para que esto sea posible, necesito que me cuente la verdad de lo que sucedió en el bosque... sin omitir ningún detalle, por pequeño que sea —le solté, sin amarras ni boyas de advertencia.
Sus orejas se movían con cualquier ruido que proviniera de las oficinas contiguas a la mía; se notaba alerta y algo ansioso.
—Y quiero que tenga presente esto: nada, de lo que acordemos para su defensa, saldrá de este despacho —agregué, para ganarme su confianza—. Cuando acepté su caso, me comprometí a guardar estricta confidencialidad sobre cualquier información que usted me entregue.
Su mirada por fin se encontró con la mía. A pesar del temor que gravitaba en su rostro sus pupilas refulgían con la llama de su fiereza interior.
—Va a ser muy difícil que alguien vea a esa chica como lo que en realidad es: una mentirosa —murmuró, con voz ronca y un matiz de tristeza.
—Tal vez, ¡pero no imposible! Podemos voltear la historia a su favor, aludiendo que todo fue un plan para seducirlo y llevarlo con engaños a esa cabaña donde... Bueno, digamos que "para hacerlo caer en tentación" aprovechándose de la fragilidad de sus instintos.
—¡Pero es que "eso" fue, precisamente, lo que pasó! Sus palabras me sedujeron con su encanto infantil... y la forma en que se refirió a mis ojos, a mi nariz, y a mi... mi...
No pudo más y se derrumbó estallando en sollozos.
—No se angustie, señor Feroz... Reafirmaremos lo que muchos dicen: «El lobo siempre será malo si solo escuchamos la versión de Caperucita».
Sobre gustos no hay colores.
Un relato que te hace pensar.
Enhorabuena
Enhorabuena.
Saludos Insurgentes.