Habían pasado muchas cosas desde que hiciera esa fotografía. En aquella casa rural pasamos una semana de vacaciones o como le solía llamar ella, de retiro espiritual. Paula, que así se llamaba mi tía, me llevara a aquella pequeña aldea de los Ancares lugueses para mostrarme un camino que según decía, debía buscar, pues en la posición que estaba; divorciada, con una niña pequeña y sin trabajo a la vista, mi situación emocional estaba a punto de tocar fondo. Ella era muy aficionada a la meditación y el yoga. Su respeto hacia los animales la llevó a crear una fundación de recuperación y adopción de todo tipo de mascotas.
Allí fue donde hice esa foto, en la habitación de la casa rural, con toda la montaña a mi espalda y ella contemplando esa maravilla tras de mí y mostrando ante mi cámara ese momento cálido, cuando llevábamos apenas dos días intensos de meditación y descanso; además de ayudar en el huerto de nuestro anfitriona o los paseos mañaneros que llenaban de energía y aire limpio nuestros pulmones.
Esa misma foto, posa ahora sobre un atril hacia nosotros y detrás… su ataúd. Una imagen que esperaba ver más tarde pero un accidente de tráfico mientras se dirigía a casa de un amigo se la llevaba para siempre.
El paso al otro lado lo consideraba más importante que la vida terrenal. Según sus deseos sería incinerada y sus cenizas serían esparcidas en el centro donde dedicaba tanto tiempo de su vida, en el que además se plantaría un árbol.
Esa era mi tía Paula: mística, amante de los animales, muy étnica y con una mirada natural y sincera. ¡Hasta pronto! Gracias por todo. Que sepas que he encontrado mi camino y ha sido gracias a ti.
En cualquier caso, una gran historia, mezcla de valentía y tristeza de nuestra protagonista.
Me ha encantado Mencía, enhorabuena.
Saludos Insurgentes
Una mirada siempre dice mucho, los ojos de una persona pueden decir más que mil palabras.
Saludos Insurgentes
Me ha sorprendido y gustado a partes iguales. Como ya te han dicho, es muy original.
A seguir así de bien, ¡saludos!