Con tan solo diez años, Artai salió como cada tarde a buscar setas al bosque. Se había convertido en todo un experto, y sabía distinguir perfectamente cuáles eran buenas para comer y cuales eran venenosas y no debía recolectar. Pero aquel día era especial, por la noche se celebraba el Samain y habría de tener especial cuidado para recoger las mejores setas, para la noche más especial del año.
Solo aquel día, crecía una clase de seta, y solo un ejemplar. Era de un rojo intenso y de un tamaño superior al resto. Cuenta la leyenda, que aquel que lograra encontrar aquella seta, sería afortunado durante toda su vida. Artai lo sabía y todos los años era el primero en adentrarse en el bosque, y así tener más posibilidades de encontrar la seta mágica.
Llevaba un buen rato caminando, cuando decidió volver a casa, ya estaba anocheciendo y no quería que le sorprendiera la oscuridad. De pronto, vio a lo lejos una luz cegadora. Se acercó y su rostro se iluminó. Había encontrado la seta mágica, mucha más bella de lo que le habían descrito. Con sumo cuidado la arrancó del suelo y la deposito en su cesta. Ya era casi de noche, y Artai caminaba deprisa, pero feliz.
De pronto se tropezó con un niño que lloraba desconsoladamente junto a un árbol.
Artai le pregunto:
—¿Qué te ocurre?
—Caminaba junto a mis padres, nos atacó un lobo, ahora están muertos y yo me quedé solo. —Contestó el pequeño.
—No te preocupes, tengo algo que les hará revivir.
Artai le entregó la seta mágica y a los pocos segundos, los padres del pequeño aparecieron caminando por el sendero. Artai había perdido su tesoro, pero era feliz de saber que había hecho algo bueno.
El giro final es muy reconfortante.
Enhorabuena paisano!
Saludos Insurgentes.
PD: Bienvenido a estos lares!