Alexandra! Alexandra! Como cada día era la primera voz que escuchaba, mi madre siempre me despertaba para ir al colegio, ya tenía 10 años pero no había un día que no lo hiciera, pude ver por la ventana que era un día gris, ese que me iba a marcar para toda la vida. Al levantarme sentí un escalofrío que recorría todo mi cuerpo, podía estar resfriada y así se lo dije a mamá, me puso la mano en la frente y con una sonrisa me dijo que no tenía fiebre y que bajara a desayunar porque mi padre ya estaba esperándonos.
Ese día lo recuerdo muy bien porque fue el último momento que viví con ellos, me dejaron en la puerta del colegio, yo les envié un beso con mi mano, ninguno sabíamos que era la última vez que nos íbamos a ver.
En la tercera hora de clase entró el director preguntando por mí, antes habíamos escuchado una fuerte explosión pero no sabíamos porque había sido, quería que le acompañara a su despacho y pidió a mi profesora que también fuera. De esta manera me enteré que mis padres habían fallecido en esa explosión, trabajaban en una fábrica de medicamentos y había ocurrido un accidente en el que muchos trabajadores habían fallecido entre ellos mis padres y pocos se habían salvado.
Al no tener más familia que mis padres acabé en un orfanato en el que no encajé, me escapé de ese y de los siguientes, estuve por la calle escondida de día y de noche buscaba comida hasta que un día helada de frío me acerqué a la casa de mi profesora, ella me acogió y volví a ser feliz aunque nunca olvidaré el último adiós con mis padres en que les envié un beso con mi mano.
Saludos Insurgentes