«En directo»

¡CINCO!

Qué bueno fue el comienzo. Todos querían irse con él de copas. Aunque fuese a costa de vidas ajenas, su popularidad se incrementó en consonancia a su cuenta corriente. Todos le respetaban, eso creía.

¡CUATRO!

«¿Por qué no meterse otra raya, si aún queda coca?». No sabía el motivo, pero aquella frase, dicha por una compañera en una de tantas pausas publicitarias, estaba grabada en su cabeza. Cuando quiso darse cuenta de que era un adicto, su mujer, su novia de toda la vida, se había ido.

¡TRES!

¿La necesitaba? Ahora podía acostarse con mujeres con las que antes solo podía babear. Acudía a fiestas a las que iban personajes mediáticos, fiestas que acababan en desfase y orgía. Todo iba bien, jamás hubiera imaginado llevar la vida que llevaba. Hasta que, de repente, sus necesidades nasales le convirtieron en un estorbo y dejaron su cuenta bancaria con tres cifras.

¡DOS!

De pronto era el blanco ideal, el protagonista de las calumnias que proclamaba de otros sin tapujos meses atrás. Tenían información de sobra, testigos, imágenes... pruebas que subían la audiencia y lo hundían en su miseria, más si cabe.

¡UNO!

«¡Yonqui! ¿Necesitas algo para fumar? ¡En el parque hay césped!». Los adolescentes eran los más crueles. Avergonzado, recordaba cuando, dominado por el mono y engañado, esnifó harina y unos jóvenes lo grabaron.

Accedió a volver a la televisión. Ahora era él el entrevistado. El país quería conocer sus miserias a cambio de una suma nada desdeñable.

¡EN DIRECTO!

-¿Cómo te encuentras? - preguntó el presentador tras presentarle, como si importara.

-Voy a responder a tu mierda de pregunta.

Entonces sacó un bolígrafo previamente afilado de la manga de su chaqueta y con él se perforó el cuello hasta en cuatro ocasiones. Antes de que entrara la publicidad millones de espectadores vieron sus televisores teñirse de rojo.