Cuando el cielo a los luceros acuna. Cuando las sombras lo invaden todo y las criaturas oscuras despiertan de su sueño de luz, asomando a la negrura de la noche más inquietante del año. Cuando el viento silba, una vez más, entre las ramas de los cipreses y agita el plumaje de las inquietantes aves nocturnas. Entonces llega su hora.
Se mueve entre las sombras con destreza. Es preciso y rápido. Implacable, indetectable. Paciente. Sabe lo que tiene que hacer y lo hace. Nunca ha sido visto, pero todos conocen sus hechos.
Año tras año, noviembre tras noviembre, sus acciones quedan a la vista de todos una vez la noche se retira y la luz del sol vuelve a dotar de vida a las sombras. Unos dicen que nace del más allá, otros que es una critatura que se alimenta de las inquietudes de las personas. La mayoría opina que nace del baile mefistofélico e hipnótico que proyectan las llamas de las hogueras contra los cuerpos ateridos de la gente, que se reúne a quemar sus miedos, sus desencantos, sus sufrimientos en esta Noche de los Muertos en la que todo muere para renacer de sus propias cenizas.
Es el ser más astuto de la madrugada y nadie está a salvo de su influencia. Este año, la noche es especialmente oscura. La luna es nueva y las nubes cubren la poca luz que arrojan las miles de estrellas que tililan en la bóveda celeste. Son las condiciones idóneas.
Te lo advierto, es su momento preferido.
Y va a actuar.
Enhorabuena por el relato.
Queda votado.