Una cremallera pareció conspirar contra su destino y se retrasó arreglándola. Salió a la calle taconeando rápido con el vestido reservado para la dominical misa góspel aunque ese día era miércoles. Tal muestra de presunción tenía un motivo justificado: conocería a los padres de su prometido. Al caminar dejaba a su paso el rastro de aroma a pollo rebozado y gofres, confundido con el exceso de perfume. Quería impresionar en su primer encuentro, pero llegar tarde trastocaría los planes. No le quedaba más remedio que tomar el autobús.
Llegó a la parada y un grupo de hombres blancos dejó de hablar en su presencia. La conversación animada se transformó en rostros de asco y cruces de miradas. Uno de ellos le habló con tono de accidente de tráfico:
—¿No irás a subir, zorrita?
Aunque estaba acostumbrada a oírse barbaridades, tragó saliva y dio gracias por llevar una bufanda que ocultara el acto reflejo de la epiglotis. No respondió y contrajo todos los músculos para mantener su posición. Nada le impediría llegar a tiempo.
—¿Qué llevas ahí que huele tan bien?
—Seguro que es mierda africana... lo único que comen estos animales —dijo otro, entre risas.
Cerró los ojos para concentrarse en su amado Hallelujah. Se imaginó interpretándolo en el Canergie Hall, entre vítores. Se sintió poderosa y los dardos de alrededor se convirtieron en ruido blanco.
Llegó el autobús y, al abrirse las puertas, el conductor, con cara de anticipar problemas, resopló cansado. Subieron primero los hombres, mascullando insultos. Ella abrió los ojos cuando oyó un «¿subes o qué?» y caminó hasta la última fila, la reservada para gente negra. Desatendió las miradas ácidas y se sorprendió cuando vio a una joven, con un bebé dormido en brazos, que la sonrió furtivamente. Ese sutil gesto la llenó de esperanza.Aleluya.
Enhorabuena José!
Saludos Insurgentes
🤗🤗🤗