En una pequeña orquesta local se preparan para el concierto navideño. Vicent y Marta llevan años saliendo juntos, estudiando juntos, tocando en la orquesta juntos...bueno, todo juntos. A sus veinticinco años continúan disfrutando de su juventud como adolescentes. Él toca el órgano. Es el alma de la orquesta, eso dice ella; y ella es su musa con el Chelo, o eso piensa ella.
Virtu, la amiga descarada de Marta, toca la flauta travesera, bueno y las que se le antojen. Tiene unos deditos mágicos…
Los tres comparten copas después de los ensayos, acompañan a Marta hasta su casa, por el pesado de Chelo. Y después Virtu continúa tocando su flauta hasta llegar al órgano de Vicent...En fin, la música acompaña a los tres y ellos solitos se componen a su antojo.
Hoy Marta está mosca, Vicent no ha podido recogerla y ha tenido que llegar sola al ensayo con Chelo. El alma de la orquesta entra apresurado dejando la puerta entreabierta, saluda tímidamente y algo avergonzado, nunca llega tarde.
El director un poco molesto intenta dar comienzo, y aparece la virtuosa, muy coqueta repasando sus labios antes de tocar su instrumento, que tal vez lo estuviera haciendo después…
Cierran las puertas de la sala.
—Falta uno, señor…
—Comencemos sin él.—el director ataja.
Vicent se prepara cuando ve un reguero de sangre gotear por un lateral de su instrumento.
—¡Aaaahh! ¡Sangre, director, sangre!
—Sí, ¡en la cabeza de alguno como no dejéis de interrumpir!—contesta un poco hasta la batuta.
Vicent se asoma y descubre un cadáver.
—¡Un muerto!
El director llega hasta el órgano, con su batuta rozando la cara asustada de Virtu.
—Pues ya estamos todos. Ding-dong deja la percusión en silencio, la flauta atravesó mi corazón y el órgano lo corrompió. Veamos cómo suena Chelo ahora.
Saludos Insurgentes.
¿Así que no soy el único que viene de Fuentetaja?
Relato votado 😉👍🏼