«Intrusa»

Me he pasado toda la vida intentando ser feliz. Un imposible, vaya. Y no es que no crea que la felicidad no existe, es que no existe del modo en que yo la buscaba. Yo la miraba espléndida, eterna y fulminante, cuando en realidad no es más que esto que apenas estoy experimentando. Una auténtica montaña rusa de emociones que no tienen por qué ser solo felicidad y alegría.

Estoy en el punto más álgido de mi vida, en donde siempre he soñado. Y es lógico que todo el mundo piense que me duelen las mejillas por culpa de tanta dicha, pero se equivocan... más bien me escuecen los ojos después de tantas lágrimas. Sí, he vivido en carnes propias el éxtasis que te genera la felicidad, pero lo que nadie sabe es que ella misma es la que te empuja para que caigas desde la cima de tus emociones más positivas hasta el valle donde se alojan las más negativas. Ahora mismo, digamos que estoy despeñándome sin arneses ni nada por el estilo. Te imaginarás la hostia del después...

Resulta que por fin he conseguido el papel de mis sueños. Soy actriz. He vagado por ciudades que desconocía solo para situarme más cerca de mi meta. He mendigado y suplicado para que algún día mi sueño dejase de serlo. Pero no era consciente de que esa lucha se había convertido en mi estilo de vida, en mí misma. No sé ser yo sin el sudor y el sacrificio que me han traído hasta aquí. Me siento... rara, una intrusa.

Y ahora que espero a que amanezca para empezar un nuevo rodaje, no puedo quitarme de la cabeza las famosas palabras de Marilyn Monroe: "Soñar con ser actriz es más emocionante que serlo".

Quizá ocurra exactamente igual con la felicidad.