«Invidens qui hic nasci non potest»

Una librería de vidas, pero no de biografías. Una librería que nació con el pueblo y sólo los que han nacido entre los límites del pueblo pueden verla. Y no, no es ninguna broma. Yo estuve allí y vi un pájaro apoyado en el aire. Al acercarme, me di de bruces con una pared, pero no veía nada. No podía entenderlo.

Pasé de paso por el pueblo y al final estuve varios días intentando entender qué pasaba. ¿Cómo habían conseguido que esos materiales no crearan sombra ni fueran reflejados?

Varios días observando sin parar, tocándolo, viendo cómo la gente entraba y desaparecía hasta que salía. Intenté entrar, pero nunca llegaba a coger el pomo de la puerta, a pesar de notarla. Había una puerta y la gente la abría. Incluso los perros orinaban en las esquinas. ¿Cómo era posible?

Muy sencillo. Pese a la reticencia de los aldeanos, un hombre senecto se compadeció de mí y se sentó a mi lado.

"Muchacho" -dijo- "¿Qué haces? ¿Por qué quieres meterte ahí? Tú no has nacido aquí, nadie te espera dentro."

¿Alguien esperaba dentro?

"Tranquilo, no me mires así. Como tus investigaciones no te han dicho nada, yo te informaré sobre este lugar. Es lo más místico y antiguo imaginable. Cuando el mundo era aún mágico, el gobernante de aquí, Perkatamemor, angustiado por las pérdidas humanas, suplicó por que nunca muriera nadie en su reino. A cambio, ofrecería su vida y levantaría con piedras un recinto sagrado. Así hizo y, en una tormenta, fue fulminado por un rayo en el recinto, que ha ido siendo actualizado a los tiempos modernos, pero guardando la memoria colectiva. Milenios de ancestros aquí esperan a conocer a sus descendientes, aprender y ayudar, pues esa es la inmortalidad, la memoria colectiva."