«La curiosidad mató al humano.»

          El libro maldito debería estar en esta ciudad. Mis meses de investigación, viajes y enfrentamientos a mis superiores tenían que haber valido la pena. Circulé con mi coche por la calle principal. Las personas con las que me crucé parecían no tener vida propia. Aparqué el coche. Aquel hombre tenía uniforme de policía por lo que me acerqué a él.

-    Buenos días caballero. Disculpe las molestias. ¿Me puede indicar donde se encuentra la librería?

          El hombre se giró. Sus pupilas eran grisáceas.

-    Tiene que pertenecer a la ciudad para poder entrar. – Contestó.

          Sin duda era allí, y el libro se estaba alimentando de las almas de la gente. Ante esa respuesta, me dirigí a una cafetería que había cerca. Me senté en la barra y pedí un café a una camarera que me daba la espalda. Al mirar a mí alrededor me fijé en que el resto de la gente tenían el mismo aspecto tétrico que el policía. La camarera me trajo el café. Sus ojos color café se clavaron en los míos.

-    Huye ahora que puedes. Como pases media hora más aquí, no podrás salir.

          Después de avisarme, sus ojos se volvieron grises. Salí corriendo de allí hacia mi coche. No estaba. Revisé los que había a mi alrededor. Todos cerrados. Corrí todo lo rápido que pude hacía el límite de la ciudad. Hubo un momento que creí conseguirlo, pero de repente aparecí delante de una puerta. Encima de ella había escrito: LIBRERÍA.

          Sin pensarlo entré y miré a mí alrededor. Estaban todas las estanterías vacías salvo una, en la que había un libro negro. Fui hacia ella y lo cogí. Su título era: LA CURIOSIDAD MATÓ AL HUMANO. Lo abrí. Resonó una voz en mi cabeza diciendo: Bienvenida a la librería. Gracias por tu alma.