Orises y Cornelio habían sido dos legionarios, ambos combatieron en la batalla de Ilerda, pero en diferentes bandos. El primero de ellos, un hispano reclutado por Fabio, para combatir en el bando de Cesar y el segundo Cornelio, un romano que había viajado desde Cartago a las órdenes de Afranio, para reforzar las huestes de Pompeyo en Hispania. Una lucha fratricida por conseguir el control de uno de los territorios más codiciados por Pompeyo y Cesar, una victoria que significaría la gloria y el beneplácito del senado romano. Ambos legionarios no se conocían y luchaban por una causa que no era la suya, ambos anhelaban una vida sencilla, pero el destino le llevó por otros derroteros y lo que es peor, le llevó a la muerte.
En el fragor de la batalla se encontraron, por primera y ultima vez, su premisa era clara y no la desobedecieron, matar al enemigo. Ambos blandieron sus espadas y se atravesaron mutuamente, juntos cayeron y justos perdieron la vida que anhelaban. Sus cuerpos yacieron juntos durante siglos, enterrados en el mismo lugar. Hasta que una expedición arqueológica descubrió sus cuerpos, siglos después, junto con cientos de objetos que explicaron muchas cosas sobre aquella fatídica batalla.
Ahora sus restos siguen descansando juntos, pero en un museo, a la vista de todos, una exposición sobre la batalla de Ilerda en el MAN, y que trata de traer luz sobre aquellos acontecimientos que enfrentaron a dos hombres que alguna vez fueron amigos, Cesar y Pompeyo.
Y allí estaban Orises y Cornelio, intentado explicar a los visitantes los males de la guerra, del odio y el sinsentido de una lucha que solo puede traer la muerte de aquellos que no la iniciaron. Pero nadie los quiere escuchar y las guerras siguen.