Cada noche vuelve a vivir, cada noche abre los ojos sobresaltado, la boca seca de terror, un corazón que debería estar parado latiendo desbocado en su pecho.
Terrorífica desorientación, siente la túnica de lino pegada al cuerpo, empapada por el agua cubierta de sangre del sagrado Tagus, siente sus pies absorbidos por el légamo, ese barro pegajoso del vado queriendo arrancarle las sandalias y sin embargo sus ojos, que luchan por ajustarse a la oscuridad, le gritan que ya no está allí.
El espacio a su alrededor le es ajeno, paredes de piedra de una enorme nave se alzan sobre y alrededor de él, perdiéndose en una oscuridad solo interrumpida por islas de luz de colores imposibles, verdes, rojas, blancas, que brillan estáticas, sin el reconfortante y familiar titilar del fuego.
La adrenalina de la batalla le mantiene envarado y alerta. ¡Su espada, donde está su espada! recuerda como hace un instante sintió que se escapaba de su mano cuando aquel jinete cartaginés cabalgaba hacia él con la lanza en ristre.
¡La necesita!, necesita encontrarla, sentir su reconfortante peso, su filo, la magia de sus hechizos dibujados en intrincados damasquinados en plata protegiéndole, ella es él, él es ella, su alma.
Allí esta, la ha encontrado y todo estará bien, la falcata parece llamarle desde el interior de un ¿mueble?
Reconoce su falcata, imposible no hacerlo, pero no es más que la sombra herrumbrosa y carcomida de la bella herramienta de muerte que fue. Se le escapo de la mano, la lanza del púnico se clavo en su pecho, no les encontraron, no le enterraron junto a ella, los ritos ancestrales no tuvieron lugar.
Como cada noche se dormirá, exhausto, derrotado, llorando acurrucado bajo una espada que soltó hace 2.240 años en un vado en el rio tajo.
Tengo ganas de saber más del guerrero que la porta!!