-¿Estás seguro? -Preguntó ella.
-Ahora y siempre -Le respondí
Veronik asintió y puso un dedo en el panel de la puerta, abriéndola. La estancia cumplía mis expectativas: Un almacén de mala muerte, habitada por individuos de mala pinta en el peor barrio de la Ciudad. Un tipo enorme con una escopeta más grande que mi brazo se nos acercó, señalándome.
-¿Y éste?
-Jak confía en él. Y yo también -Añadió ella
El gigante se apartó y fui a otra habitación. Estaba llena de personajes ajetreados, alrededor de una máquina mecánica, con Jak dirigiéndolos.
-¡Por fin! ¡No hay tiempo! ¿Os han seguido?
-Si lo supiera no habríamos venido. ¿Y el paquete?
-En la mesa, recién impresos. Deprisa, el resto de corredores ya han salido.
Miré la caja, que aún estaba abierta.
-¿Esto son... Libros?
Conocía los libros, pero nunca había visto ninguno. Era tecnología obsoleta, nadie los usaba en la Ciudad. En alguna región tercermundista fuera del Anillo, ¿pero en la Ciudad?
-Las tabletas pueden hackearse, -explicó Jak- rastrear los metadatos,... Los libros están fuera de su sistema.
Una alarma empezó a sonar en la habitación, sobresaltando a todos.
-¡El Marqués! -Gritó el gigante.
Jak me tendió la caja.
-Ve al sur, al borde del Anillo. Hay un pequeño pueblo, Little Hope. Ve a la cantina y pide café y tarta. Te encontrarán.
Puso una mano en mi hombro y añadió:
-En un mundo sin ideas, la palabra es nuestra mejor arma.
Estaban moviendo una estantería, revelando un agujero secreto hacia la calle. Me giré a Veronik, que estaba sacando una pistola.
-Me quedo. Debo cubrir tu retirada.
En el pasillo, los hombres del Marqués forzaban la puerta. Quise negarme, discutir, llevármela a rastras, pero debía tomar una decisión rápida.
-¿Me seguirás? -Le pedí que mintiera.
-Ahora y siempre -Mintió ella.
Magnífico relato!
Enhorabuena!
Saludos Insurgentes