Llevábamos más de cuatro meses dándole vueltas a cómo tenía que ser aquel demonio de la Catedral, todo el mundo tenía una visión diferente del diablo.
Unos le querían poner cuernos, otros, un único ojo, patas de cabra, alguno hasta se aventuró a proponer que tuviera un pene de proporciones increíbles, lo que suscitó un tema increíblemente pasional entre la población de Tudela.
No se hablaba de otra cosa por los mentideros, pasaras por donde pasaras oías descripciones asombrosas.
Toda la responsabilidad caía sobre mi, un reciente escultor de piedra que anteriormente trabajaba de cantero. Me habían ascendido hacía muy pocas semanas ya que el anterior cayó de la escalera y quedose inválido para decorar portaladas.
El portal era un inmenso árbol de decisiones que partía en su eje hacia el bien o el mal.
Cada camino de la arquivolta llevaba a un punto de bondad o de castigo y en esta última celda se encontraba Satanás.
Y ahora yo tenía que ser su creador, una cuestión que suscitaba en mi un debate que me acercaba más a lo espiritual que a las artes vulgares.
Decidí esculpir la cara más terrorífica que recordaba, la de mi padre y lo representé desnudo, si Dios se había hecho a su imagen y semejanza, el maligno también debería tener una apariencia humana, casi imperceptible.
La idea convenció prácticamente a toda la comunidad y quedó condenado para siempre el mayor monstruo que he conocido, en lo que ahora llaman, el libro de piedra.
Generaciones de tudelanos llevan a sus ahijados a esta librería de piedra dura, para enseñarles el recto camino y como sus decisiones les pueden llevar a conocer un lugar lleno de dolor, sufrimiento y castigo así como de bondad y redención.
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Muy bien redactado :)
Me ha encantado.
Enhorabuena
Saludos Insurgentes