Me desperté tosiendo. No podía respirar. El humo estaba entrando por debajo de la puerta de mi casa. Abrí con la intención de bajar hasta la calle pero fue imposible. Tuve que subir hasta la azotea. Me había dejado el móvil dentro de mi casa. Y en este edificio no vivía nadie. Al menos en invierno. Se trataba de un pequeño bloque de apartamentos de verano en plena naturaleza por lo que iba a ser difícil que alguien me oyera. Por suerte, alguien estaba mirándome desde abajo.
- Por favor, ¡llama a los bomberos! Me he dejado el teléfono dentro y no puedo avisar a nadie.
Pero parecía que no me oía. De repente se bajó la capucha y vi una cara conocida, aunque no sabía exactamente quién era.
- ¿Quién eres?
Pero cuando se soltó la cola de caballo y vi su pelo rubio y largo, la reconocí. ¡Era la elegida!
Como líder de la secta “La puerta del cielo”, estoy convencida de que los extraterrestres vendrán a llevarse a los “elegidos”, vivos o muertos. Y yo estaba segura de que Bárbara era una de ellas. Prohibiciones como leer o ver la televisión creo que no la incomodaron para nada. Pero había una que sí la molestó. Y mucho. Ningún miembro de la secta podía tener relaciones sexuales y para ello eran mutilados. Desde el mismo instante en que se quedó vacía por dentro comenzó a cambiar.
Y un día desapareció. Se escapó. Y ahora estaba ahí. Mirando cómo pronto me iba a quemar viva y sin mover ni un solo dedo. Solo me quedaba creer que esos seres en los que yo tanta fe tenía me vinieran a recoger. ¡Y en poco tiempo lo iba a saber!