Noel, ese viejo gordinflón… no le soporto. Todos le aprecian, todos le escriben...
¿Alguien puede explicarme el motivo? Porque yo, por más que lo intento, no lo entiendo. ¿Acaso es él quien trabaja trescientos sesenta y cuatro días al año, de sol a sol, encerrado en un taller fabricando juguetes? ¡No! ¿Es quien solo descansa en Navidad para ponerse de nuevo el día veintiséis manos a la obra? ¡Tampoco!
¿Y qué hay de mí o de mis compañeros elfos? ¿Es que nadie se acuerda de nosotros? Jamás recibimos cartas de agradecimiento y mucho menos alguna bufanda o guantes que nos ayuden a aplacar el frío. ¿Veis? Otra cosa igual; trabajamos sin calefacción y tan solo vistiendo unas ridículas mallas verdes, rojas y blancas que no nos protegen de las bajas temperaturas lo más mínimo. ¡Que estamos en pleno Círculo Polar Ártico, por el amor de Dios! Hace siglos que no sentiría las orejas de no ser por los guisos calientes de Mamá Noel.
Y hablando de comida, ¿nadie se ha dado cuenta del morro que le echa? Con la excusa de tener que repartir regalos durante toda la noche, se pone las botas en cada casa que visita. Desde que trabajo para él, no ha tenido el detalle de traerme ni un mísero polvorón. Ojalá se atragante con uno, el muy egoísta.
Egoísta y tacaño, que los elfos llevamos con el sueldo congelado desde hace tres décadas, el mismo tiempo que llevo concatenando contratos. Y para colmo dice que tengo que estar agradecido, que muchos otros estarían encantados de ocupar mi puesto.
Explotación laboral, violación del convenio colectivo y un más que dudoso cumplimiento de la prevención de riesgos. Es cuestión de tiempo que elfos y renos nos declaremos en huelga. Porque esa es otra. ¡Ay si los renos hablasen!
Saludos Insurgentes
Más que un elfo, parece un sindicalista elfo!