Mi adorada Carla.
No quiero empezar esta carta poniendo excusas, pero no es nada fácil ser el hijo del pastor en este pueblo de puritanos. La presión que mi padre ejerce sobre mí es asfixiante. Lo hemos hablado en esas largas tardes en el parque, donde te he expresado mis miedos, mis anhelos y mis planes de futuro.
Estas cinco semanas juntos han sido las mejores de mi vida. No exageraría si te dijera que puedo morir en paz sabiendo que te he conocido. Pero prefiero seguir vivo y que labremos un futuro juntos.
Cuando vaya a la universidad y pueda liberarme de sus sermones, por fin seré yo. Esta persona que has conocido e incluso diría que has ayudado a dejar salir. Este a quien viste disfrutar en el club de jazz, sintiendo la música junto a ti, aún siendo el centro de muchas miraras. Quién recorrió orgulloso las calles de Nueva York de tu mano. Cómo me emocioné el día que me presentaste a Rosa Parks, ¡quiero aprender de ella!
Confío en que convertirme en abogado me permitirá dejar atrás a mi familia, a este pueblo y al Clan. El mejor aliciente para conseguir esto siempre serás tú.
Pero no debiste venir sin avisar. No imaginas cómo me dolió girar la cabeza fingiendo no conocerte, esforzándome en aparentar desprecio cuando pasé por tu lado.
Créeme que si me hubiera acercado a ti cuando bajaste del autobús y te hubiera besado y abrazado como el corazón me insistía, quizás hoy no estaríamos vivos.
Te lo ruego, confía en mi promesa de vida y amor y acude a nuestra cita: el 17 de septiembre a las cuatro de la tarde en Madison con la Octava.
Te amo, Richard.
Springfieldumb, Alabama. 16 de agosto de 1964
Enhorabuena.
Saludos Insurgentes