Frío y humedad en la caverna.
La mujer deja caer las pieles pesadas que la cubren, como quien se deshoja.
Lo mira entero. Seguramente es más joven.
Ella, espera.
El sostiene una roca que cabe en su palma.
Con los ojos va de la roca, a ella.
En su mirada perdida, la mujer se da cuenta: él no sabe.
Nunca antes encendió un fuego.
La saliva inunda la boca de la mujer.
Sin dejar de mirarlo, se pasa la lengua por los labios.
Entonces ella empieza.
Hace, al mismo tiempo que muestra cómo se hace.
No hay lenguaje, la bestia manda.
Delicadamente coloca los elementos. Madera. Roca.
Mete los dedos en un polvo gris oscuro. Lo pasa por los pómulos trazando dos líneas perfectas.Comienza.
Esto lleva tiempo. Pero ella conoce cada acción precisa para lograrlo.
Esparce, pinta, golpea, frota.Tiempo. Más lento, más rápido. Tiempo.
Sucede. Lo mira.
En las pupilas de él, la llama.
La mirada de quien ve algo por primera vez.
De quien ve algo nacer.
Entre las pinturas de las rocas, las sombras de ambos, enormes.
Calor por todos lados en la caverna.