«Llama eterna.»

Llegaron hasta las puertas del lugar sagrado, y aunque les advertí de la maldición que les perturbaría si les robaban la llama sagrada a la diosa Hestia, nadie me creyó.Ni porque fuese una sacerdotisa vestal.Se rieron de mis palabras, usando como insulto mi juventud y me aprisionaron. Llevándome ante la culina para que viera como acababan con la fuente de vida de aquel templo. Forcejeé intentado escapar de aquel encapuchado al que conseguí que se le cayese la tela que ocultaba su rostro.
En ese instante maldije al dios Eros por hacer que me enamorarse locamente de él. Me llevó hasta el lugar donde se encontraba el fuego.Me pidió disculpas puesto que lo hacía por la aprobación de su padre, tras esto, cogió la vasija de barro que contenía el agua que había extraído de la lluvia para saciar la sed y la vertió encima del fuego ahogándolo.En ese momento se hizo el silencio y de una de las chispas que cayó al suelo antes de que se apagase por completo la llama, surgió la diosa que condenó al bárbaro a arder durante toda la eternidad sin poder llegar a la muerte. Enseguida, me ofrecí a la diosa, a cambio de que lo dejase libre. Cosa que no le gustó a la diosa a la que veneraba, que como castigo me ató a una zarza de la que no podría escapar y desde la que tendría que observar como mi amor se quemaba entre las llamas durante siglos.