Me encanta imaginar cómo olerían los bosques de los que habla mi abuelo, los bosques de verdad. Cuenta que salían los domingos a pasear entre frondosos árboles, acampaban en verano en estructuras de tela protegidos del sol por las ramas de pinos y encinas, descansaban en hamacas colgadas de los troncos que servían de cobijo a rojizas ardillas.
A finales del siglo XXI, el cambio climático se aceleró, los gobiernos no llegaron a acuerdos y, en cuestión de dos décadas, la vegetación, y con ella la mayor parte de los animales del planeta, desapareció. Yo nací en este mundo gris, lleno de colores artificiales, donde solo puede verse naturaleza en pantallas.
A raíz de este desastre natural, las provisiones de papel fueron descendiendo rápidamente y, en la actualidad, la humanidad cuenta con mil hojas en la Casa de la Imprenta situada en Helsinki, el edificio más custodiado del mundo.
Escritores consagrados y aficionados envían sus obras con un único fin: ser el autor de la última publicación en papel. Más importante incluso que la Biblia que, siendo el primer libro impreso, cuenta con millones de ejemplares. Del último libro solo habría uno.
Noto una ligera vibración en el brazo. Visualizo en mi piel un número desconocido que comienza con +358.
—¿Dígame?
—Es usted el elegido. No hable con nadie. Diríjase a la salida. Un vehículo le está esperando.
Un clic me indica que la llamada ha finalizado.
Me acerco despacio a la puerta. La mirilla digital me muestra dos hombres vestidos de negro en el exterior.
Sonrío. ¿Qué sentiré al ver mi nombre escrito en la cubierta?
Me ha encantado, enhorabuena.
Saludos Insurgentes