—Y damos paso a nuestro corresponsal, Carl, que se encuentra en Alabama. En la parada de autobús que hay en la sexta avenida, junto a la iglesia baptista de Birmingham.
—Hola, Emily. Así es. Aquí me encuentro junto a la que todo el mundo llama la parada maldita.
—¿La parada maldita? Ese nombre asusta, Carl.
—Y no es para menos, Emily. Según se cuenta, el uno de febrero de mil novecientos sesenta y cinco, un grupo de diez encapuchados asesinó a Mary Jo Johnson de una forma horrible.
—¿No es suficientemente horrible que te maten, Carl?
—Tienes razón, Emily, pero al parecer se ensañaron con la pobre Mary Jo. Según hemos podido conocer, aquel lunes caía la de Dios.
—¿Dices eso porque tienes una iglesia a tus espaldas, Carl?
—No se te escapa una, Emily. Pues los encapuchados, de raza blanca, cogieron a la joven afroamericana Mary Jo de las extremidades y la ahogaron en un charco que había entre la calzada y la acera.
—¡Pero eso es horrible, Carl!
—Ya te lo dije, Emily. Pero es que ahora viene lo más espeluznante de todo. Si te fijas bien, la parada está acordonada para impedir que nadie acceda a su interior.
—¿Por qué, Carl?
—¡Qué bueno que me hagas esa pregunta, Emily! Es porque si una persona que no sea afroamericana accede a ella, una fuerza misteriosa la lanza a la carretera y muere atropellada.
—Suena a que está encantada, Carl.
—Totalmente encantada, Emily.
—No me lo creo, Carl. Moriría mucha gente al año.
—Aproximadamente doscientos anuales, Emily. Pero, como soy de tu misma opinión vamos a comprobarlo en directo. Levanto la cinta y me coloco en la parada. Lo ves, Emi….
—¿Estás ahí, Carl? ¡No te escucho...! Bueno, pues conectemos con Detroit, en la feria de mascotas está nuestra…
Una historia con giro final inesperado.
Saludos Insurgentes