De repente y sin saber ni cómo ni por qué, me encuentro aquí tumbado. Me observáis sorprendidos, todavía no sé si os alegráis de verme así o realmente lo lamentáis. Lo cierto es que a muchos de los que estáis hoy aquí, llevaba tiempo sin veros, sin saber nada de nosotros. Incluso creí que habíais muerto, pero no, aquí estáis alabando mis logros y mi bondad, un poco tarde quizás, ahora que no os puedo dar las gracias por vuestros elogios, y sigo sin entender por qué.
Me siento observado y eso me incomoda, me incomoda mucho, nunca me gustó ser el centro de atención y ahora todos me miráis, incluso alguno suelta alguna lágrima, bueno no está mal, al fin y al cabo, vosotros me la hicisteis soltar en algún momento de mi vida, que no sé muy bien si ha terminado.
Estaba tan absorto en vuestras conversaciones, que no me di cuenta de una voz que decía mi nombre:
—Es hora de que abandones ese cuerpo.
Y así fue, de pronto me vi sobrevolando la sala, por unos momentos me sentí superior a todos, como un águila que vuela en libertad, me sentí libre, era una sensación maravillosa, totalmente indescriptible.
Pero me di cuenta de que aún no era el momento de marcharme de aquí, así que decidí hacer caso omiso de aquella voz y volví a mi cuerpo.
Aquella máquina a la que estaba conectado volvió a registrar los latidos de mi corazón, alguien dijo:
—Ha abierto los ojos.
La sala se quedó casi vacía, contra pronóstico regresé de mi coma. Desde entonces recordé aquello como un sueño, pero era muy real. Ya que no solo escuché vuestras voces, también pude leer vuestros pensamientos, y lo puedo seguir haciendo.


Ya morirá más tarde!!
Saludos Insurgentes