Estamos en plena pandemia Covid y Julia, que había perdido recientemente a su marido a causa de una infección en los pulmones por este virus, pensó en pasar el fin de semana junto a su hija Noa, de sólo 5 años de edad, en el Bosque Encantado de Higueras.
Es un lugar mágico, rodeado de puentes, con un laberinto de cuento y pintorescas cascadas. Además de ese olor dulce, tan características de los higos que hace que se te olvide el estrés que nos ahoga diariamente.
Sería una fantástica ocasión para las dos, madre e hija, de salir de casa y escapar del dolor y pena que las rodeaba.
Esa mañana de sábado Julia y su hija partieron hasta la entrada de un precioso puente de madera que les daba la bienvenida a un exuberante bosque de higueras.
Decidieron hacer una de las rutas que habían leído en TripAdvisor que tenía la mayor calificación de todas. No había lugar a dudas, después de pasar el día caminando, siendo partícipes de paisajes de ensueño, decidieron que era hora de hacer el camino de vuelta.
Estaban volviendo al coche, ya lo estaban viendo, cuando un camión cruzó a toda velocidad y chocó con su Land Rover. El estruendo fue ensordecedor, la explosión debió escucharse a muchos kilómetros de allí.
Noa, al escuchar tremendo ruido y ver el consiguiente incendio que se provocó, salió corriendo de nuevo al bosque. Corrió y corrió, adentrándose cada vez más en el bosque dejando atrás la lengua de fuego que ya había engullido el puente de entrada al bosque.
Julia tardó un segundo en percatarse que no sentía la pequeña mano de Noa. Miró a su alrededor, con el corazón encogido, y desde ese momento supo que nunca jamás volvería a ver a su hija.