«Por mi y por todas nosotras.»

¡Chicas! ¡Ya vienen, esconderos! - gritó Silvie

Los vecinos del pueblo junto a un puñado de policías se acercaban corriendo a casa en busca nuestra, ataviados con palos y porras. Nos acusaban de brujería y nos querían presas y fuera del pueblo.
Nos escondimos donde pudimos para evitarlos y esperamos a que entrasen, completamente en silencio. Entraron derribando la puerta y comenzaron a buscarnos por toda la casa. Todo iba bien hasta que Marie estornudó; la encontraron y al sacarla de su escondite comenzaron a darle palos. Silvie y Claire no pudieron aguantarse y salieron en su ayuda, sin éxito. De pronto las tres estaban siendo apaleadas y yo siendo testigo desde mi escondite.

- ¡Capitán! Nos falta una, no aparece por ningún sitio.
- Nos llevaremos a estas. Ya saldrá en su busca...

Vi cómo se las llevaban delante de mi y sin poder hacer nada. Tras unos momentos de vacilación decidí ir detrás de ellos, pasando desapercibida, para así averiguar dónde las llevaban. 

Caminamos durante una hora por un sendero que se hizo eterno. Las llevaban presas a los calabozos del pueblo, lo cual me alivió un poco, porque a pesar de ser un lugar grande era fácil de atravesar por la poca vigilancia que tenía. Una vez dispersos los policías y los vecinos, comencé a adentrarme en el edificio. Tras numerosos pasillos y salas casi inhóspitas, localicé unas escaleras que llevaban a los calabozos. "Deben estar ahí", pensé. Pero surgió un problema mayor, necesitaba una llave.

La llave colgaba del cinturón del policía del sector y en ese momento solo se me pasó una idea por la cabeza, "tengo que deshacerme de él". Conseguí dejarlo inconsciente unos minutos, le quité la llave y fui a por ellas.

- Vamos chicas, tenemos que huir del pueblo.