Me pierdo por los pasillos de esta nave inmensa perdida en el polo norte. Busco entre cientos de estanterías los regalos más absurdos. De verdad, no me creo que la gente necesite estas cosas. Necesitar, lo que se dice necesitar, solo necesitan aplacar sus ansias de agradar y complacer a otras personas. No entiendo a los humanos.
Llevo muy mal trabajar en estas fechas mientras todo el mundo está disfrutando. Y luego es nuestro jefe el que se lleva casi todo el mérito. Ese barbudo rollizo es incapaz de hacer todo el trabajo él solito. Pero tan solo el corte inglés se acuerda en sus anuncios de nosotros, los elfos, quienes trabajamos realmente duro estos días para que todo llegue a tiempo.
Pero este año va a ser diferente, los tímidos murmullos por los pasillos entre compañeros han dado paso a reuniones en la hora del almuerzo. Incluso hemos hablado con los renos que cargan fuera del almacén el trineo mágico. También ellos están explotados, nuestro jefe común no les deja parar ni cinco minutos a degustar la comida y la bebida que los niños les dejan. Tenemos que coordinarnos.
Vamos a sabotear la navidad desde dentro, y vamos a hacerlo bien. Entregaremos los regalos, sí, ¡pero equivocados! Nadie tendrá la satisfacción de tener lo que ha pedido. Y dejaremos una nota pidiendo auxilio.
Los renos han conseguido un buen acuerdo en sus reivindicaciones, nos dejan solos en nuestra lucha. Nos sentimos abandonados y traicionados. Nuestras reivindicaciones están condenadas al fracaso desde antes de empezar. Les ha prometido comida y bebida abundantes. ¡Y hasta áreas de descanso!
Y mientras nosotros trabajando en medio de este frío helador, con la excusa de que somos mágicos y no sentimos. Pero bueno, otro año será, nuestro jefe tendrá que escucharnos algún día.
Ojo ahí, el poder de la publicidad.
Me ha encantado tu historia Víctor, enhorabuena.
Saludos Insurgentes