La tormenta se había desatado con una violencia inesperada y Barg se refugió en una oquedad a esperar a que escampara. No tardó en darse cuenta de que no estaba solo. Una silenciosa y corpulenta silueta estaba sentada al fondo, sujetaba en el regazo una tosca lanza y se cubría los hombros con unas pieles. Barg le apuntó con su lanza, pero la figura permaneció impasible. Un relámpago lo iluminó y pudo distinguir sus facciones anchas, la frente huidiza, la mandíbula poderosa y unos ojos que brillaron verdes bajo unas imponentes cejas pelirrojas. La figura le señaló el suelo a su lado invitándole a que se sentara. "Ponte cómodo" decía el gesto, así que se sentó. Entre relámpago y relámpago ambos se observaron, receloso Barg, tranquilo su acompañante, la observación se vio interrumpida por la temperatura que bajaba. Barg comenzó a tiritar así que reunió unos palos y preparó una hoguera mientras afuera arreciaba la tormenta. Su acompañante se acercó y con gestos le ofreció ayuda. Barg rió, le dio una paternal palmada en un hombro y sonrió tocándose el pecho.
_Ya me encargo yo de esto – le dijo con suficiencia.
Urgu observó al delgaducho frotar los palos con fuerza durante un buen rato, sin éxito, dos veces le quiso ayudar y dos veces le echó a un lado. A la tercera, exhausto, con un bufido le indicó que probase si quería. De entre unos pliegues Urgu sacó un fragmento de pirita que golpeó contra un pedernal, arrancó unas chispas y unos instantes después surgió la llama.
Urgu señaló el fuego y se retiró a las sombras dejando a su acompañante que se calentara.