Un nuevo día amanece en el Museo Arqueológico de Madrid, en el patio central los bustos de los emperadores romanos se preparan para recibir a los visitantes y hacerles soñar con un tiempo pasado. Hoy es un día especial, es el día de los grupos de colegios. A los emperadores eso les gusta, porque los profesores se afanan especialmente en contar la historia de cada uno de los emperadores que allí descansan.
Un grupo de diez adolescentes se adentra en el patio y escuchan la explicación de su profesor atentamente, todos menos uno, prefiere ir por libre. Era un niño especial, maltratado por sus compañeros, su dificultad para hablar y su falta de atención, le hacía blanco fácil para las burlas. De pronto se para frente al busto del emperador Claudio y sintió algo especial, como si quisiera hablarle y en lo más profundo de su interior escuchó una voz que le decía:
“Te conozco, es como si te hubiera conocido siempre. Yo era como tú, tartamudeaba al hablar, cojeaba y hacía horribles movimientos con mi cabeza. Todos se reían de mi siempre, me gastaban bromas crueles e incluso me pegaban. Pero no me importaba, sabía que era mas listo que ellos, estudié, estudié mucho y aprendí mucho mas de lo que el hombre puede imaginar. Al final, me convertí en el jefe de todos, el emperador y los que se reían de mi y no estaban ya muertos, ahora tenían que obedecerme y hacerme reverencias. Nunca te dejes amedrentar por las burlas y defiéndete con tu mejor arma, tu inteligencia”
Aquel niño jamás le contó a nadie su experiencia, pero con el tiempo se convirtió en un escritor de éxito y todos les respetaron.